sábado, 29 de agosto de 2009

Pensando en la serie de ejercicios acerca del iuna, y también en la mirada que había tenido el día que pude explorarlo con una cámara a cuestas, me surgieron algunas preguntas acerca de todo eso que estaba absorbiendo sin darme cuenta. Me pregunté muchas veces acerca de la calidad de vida en la ciudad de Buenos Aires, y en quienes eran los actores o personajes que le daban forma a esa ciudad. Creo que el hecho que exista un código urbano para planificar, no es un condicionante extremo o primordial de cómo se hace o se va desarrollando una ciudad. Existen mil factores, infinitos que se combinan entre sí para...
Vi vacíos entre masas de edificios que no son del todo perceptibles para cualquiera y desde cualquier lugar. Se entiende un juego de intereses, de ocultamiento y revelación de objetos ante nuestros ojos para nada equitativo, y no juzgo a esto como algo negativo...eso hace ciudad.
No sé si es más la gente o lo que no tiene vida lo que le da el ritmo a lo urbano, no sé que tan bien se llevan los semáforos, con el equipamiento de iluminación, los cables colgantes (que a veces me imagino a equilibristas atravesar de cúpula a azotea, de azotea a árbol y luego una impredecible caída al asfalto inmóvil y caluroso), con esos personajes encapsulados que se dejan llevar o quieren dejar ser arrastrados y empujados por la contaminación (que no digo que no pueda tener algo romántico) y velocidad de alguién o algo que no conocemos ni somos capaces de ver. No sé cómo respiran los árboles apretados por esas baldosas que se despegan, porque en realidad son mucho más vulnerables ante la presencia de las fuerzas que empujan en sentido contrario a la gravedad, exigiendo su lugar, porque capaz que esos árboles estaban primeros.
Las vidrieras y locales, cuyas puertas y vanos comienzan al ras del piso de la calle me generan un escozor incontrolable y casi decido no seguir mirándolas porque en mi cabeza imagino una función del sketch up que levanta un plano tridimensionalmente, elevando ese piso hasta un más diecisiete al menos.
Ni hablar siquisiera de pararme sobre la punta de una cúpula a observar eso que pasa abajo...
La ciudad a veces me ahoga, no soy la única obviamente, pero por un momento me gusta pensarla sin tantos carteles y con más aire, no sé en qué forma se daría eso, pero me resulta inevitable no hacerlo...No todo es visual, también están los sonidos y ruidos. ¿Qué pasaría si por un día nos dieran tapones de oídos a todos para caminar por la ciudad? A modo de experimento, me interesaría ver de qué forma nos comunicaríamos con lo que pasa alrededor, seguramente los ojos estarían mucho más excitados, compensados por la relajación que produce el silencio o "no sonido" parcial.
A veces los detalles de todo ese artificio me parecen más macro, menos "minúsculos", y cuesta enfocar. Cuando finalmente logro encuadrar y enfocar, me doy cuenta de que si tuviera que contar todos los elementos que caben en ese cuadro, tardaría relativamente mucho tiempo para poder distinguir cada uno de ellos por separado. Entonces hay una parte más fractal, pero hace falta un detenimiento, una especie de concentración zen de callar un montón de ruidos, que no son los de afuera, sino los que tenemos adentro.
¿Cuál es el orden que existe o de qué forma nos organizamos para armar esta ciudad, que por momentos se despieza en submundos cuando entramos a un edificio oscuro, de texturas que no parecen de este tiempo, con una temperatura que contrasta con la del exterior, y con la promesa de que solo permaneceremos en ese lugar por muy poco tiempo? Porque está claro que cuando vagueamos por la ciudad estamos en muchos lugares al mismo tiempo, por muy pocos instantes. No puede estar más claro lo impermanente. Sin embargo esas masas ancladas de hormigón se ven muy sólidas y dispuestas a esperar ahí para siempre, hasta que sean ruinas, y después de las ruinas no sé que viene...un parque jurásico capaz. A lo mejor todo queda inundado como en Inteligencia Artificial.


viernes, 28 de agosto de 2009

Síndrome de Stendhal

Una de las integrantes del grupo se encuentra en Italia, tuvo la increible oportunidad de hacer un pequeño viaje familiar y amistoso por distintas ciudades de Italia.
Antes de ayer pasó el día en Firenze, por la falta de tiempo tuvo que recorrer o RE-correr para poder ver la mayor cantidad de callecitas, iglesias y piazzas posibles. Pasó un buen rato en la galería Uffizzi donde se encuentran una gran cantidad de obras de arte del renacimiento. Las estrellas son las obras de Boticelli El nacimiento de Venus y en La Primavera. Sintió una corriente de energía cuando entró en la sala, atestada de gente, yankees, tanos, ponjas, lo que de. Tuvo que tomar asiento en frente en un banco en frente al Nacimiento de Venus. Allí se quedó unos 20 minutos, inmovilizada, estaba sola. Se puso de pie y miro cada centímetro. Lo mismo ocurrió con La Primavera. Tomó asiento y observó. Los turistas pasaban y pasaban, algunos se detenían por más tiempo, otros arrastraban sus pies a través de la sala como si estuviesen usando sandalias de plomo. Algunos se atrevían a detenerse a leer sus guías que les decían qué es lo que tenían que mirar. Ella se quedó sentada por otro largo rato, a su lado un hombre dibujaba en lápiz en su cuaderno un fragmento de la obra. Tenía que seguir caminando, pero una fuerza superior la mantenía anclada en el lugar. Se acercó a la primavera y observó hasta el más mínimo detalle, qué distinto se veía a la búsqueda de imágenes de google. Debió abandonarlos en pos de seguir perdiéndose por las calles de firenze, a pesar de estar agotada, a pesar de los 35 grados, a pesar del dolor de pies, no sin antes pasar por la tienda de regalos a comprar un pequeño imán con una reproducción del nacimiento de la primavera que pondrá en su heladera al volver a Buenos Aires.


Hace un tiempo su abuela le había contado de una sensación que le había agarrado al ver un cuadro, le contó que a ese estremecimiento tenía un nombre: Síndrome de Stendhal. No cuenta con suficiente tiempo para investigar en este momento en profundidad dicho síndrome o sindrome pero les adjunta este humilde artículo de wikipedia sobre el tema:

El síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras del arte.

Tiene esta denominación por el famoso autor francés del siglo XIX Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien dio una primera descripción detallada del fenómeno que experimentó en su visita en 1817 a la Basílica de Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio:

"Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme".

Aunque ha habido muchos casos de gente que sufría vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en la Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX en adelante, no fue descrito como un síndrome hasta 1979, cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini[1] observó y describió más de 100 casos similares entre turistas y visitantes en Florencia, la cuna del Renacimiento, y escribió acerca de él.

El síndrome de Stendhal, más allá de su incidencia clínica como enfermedad psicosomática, se ha convertido en un referente de la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico.

Iglesia de Santa Croce en florencia:

La aventura de un fotógrafo

Este es un extracto de un cuento de Italo Calvino, es interesante para reflexionar sobre la fotografía:

<< —Porque una vez que has empezado —predicaba—, no hay razón alguna para detenerse. El paso entre la realidad que ha de ser fotografiada porque nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada, es brevísimo. Si fotografías a Pierluca mientras levanta un castillo de arena, no hay razón para no fotografiarlo mientras llora porque el castillo se ha desmoronado, y después mientras la niñera lo consuela mostrándole una concha en medio de la arena. Basta empezar a decir de algo: «¡Ah, qué bonito, habría que fotografiarlo!»y ya estás en el terreno de quien piensa que todo lo que no se fotografía se pierde, es como si no hubiera existido, y por lo tanto para vivir verdaderamente hay que fotografiar todo lo que se pueda, y para fotografiarlo todo es preciso: o bien vivir de la manera más fotografiable posible, o bien considera fotografiable cada momento de la propia vida. La primera vía lleva a la estupidez, la segunda a la locura.>>

Es del relato La aventura de un fotógrafo, del libro Los amores difíciles, muy buenas historias y les recomiendo que lean el texto entero, pueden hacerlo haciendo click >acá.

domingo, 23 de agosto de 2009

jueves, 20 de agosto de 2009

Tríptico

1

"[El umbral de desorden lo definimos como el grado de complejidad
a partir del cual no somos capaces de identificar un principio
ordenador. En este contexto, orden, desorden y complejidad son
conceptos subjetivos, que dependen exclusivamente de la
experiencia y de la capacidad del observador.
Para el no iniciado, la música clásica india no es sino una
sucesión de chirridos sin sentido gatos en celo, decían los
británicos. Un conocedor, en cambio, sabe que cada nota se hace
inevitable en el momento mismo de su emisión.]"

"Lo mismo ocurre con el disco duro de un ordenador. Todos
habremos visto alguna vez el imposible solitario que hace la
herramienta de desfragmentar, la imagen que abre este texto. Ahí
se ve como se han almacenado los datos a medida que se
guardaban. Cada fichero se hace trocitos y la cabeza del disco
duro va grabando cada trocito en el primer espacio libre que
encuentra al moverse. En un ordenador, ningún criterio hay más
racional que el de la velocidad. De nada serviría tener el
procesador más rápido del mercado si cada vez que accediésemos
al disco duro el ordenador tuviese que entretenerse en recolocar
todo para hacer hueco al nuevo documento, solo para que los
torpes humanos tuviesen la tranquilidad de saber que todo está
organizado según un orden inteligible. Descifrable."


Carlos Arroyo, Umbral de desorden

2

"Algo similar a ese olvido voluntario en el análisis de las obras
ocurre cuando se proyecta en arquitectura. Le Corbusier decía que
en su proceso creativo, al momento del encargo del trabajo, tenía
muchas referencias posibles que luego procuraba no pensar; las
ideas bullían, dormitaban en su mente y después afloraban con
espontaneidad. Esto mismo sostiene Alvaro Siza: “hay que
observarlo todo, copiarlo todo, para luego, al momento del
proyecto, olvidarlo todo”.
La capacidad de observación y olvido que le faltaba a Funes, le
permitiría a Menard crear su Quijote. Es lo que les ocurrió a los
ojos inquietos de los pintores cubistas, que desfiguraban los
objetos que estaban pintando, para inventar otras formas."


Jaime Sarmiento, Re-Crear una obra de arquitectura. El papel del hacedor

3

Navegación a vela

"Los jázaros acostumbraban poner en algunas de las naves de su flota, en vez de velas, redes de pesca. Y esas naves navegaban como todas las demás. Cuando un griego les preguntó a los sacerdotes jázaros cómo lo lograban, un judío, que estaba presente en la conversación, respondió en el lugar de aquellos a los que iba dirigida la pregunta: "Es fácil, en vez del viento, en esas redes retienen otra cosa"."


Milorad Paviç, Diccionario jázaro, Novela léxico, 1989.


"El sentido del cuerpo, le expliqué, lo componen tres cosas: la visión, los órganos del equilibrio (el sistema vestibular) y la propriocepción...que es lo que ella había perdido. Normalmente operan los tres juntos. Si uno falla, los otros no pueden suplirlo...hasta cierto punto. Le hablé concretamente de mi paciente el señor MacGregor, que, incapaz de utilizar sus órganos del equilibrio, utilizaba en su lugar la vista".

Oliver Sacks - "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero"

miércoles, 19 de agosto de 2009

sábado, 15 de agosto de 2009

domingo, 9 de agosto de 2009